domingo, 15 de marzo de 2009

Preguntas ¿sin respuestas?

Con frecuencia se me plantean dudas que aunque no existenciales me rondan la cabeza hasta hacerla estallar. Hoy ponemos sobre la mesa alguna de esas cuestiones y sugerimos algunas respuestas…

¿A qué sabe el cristal? ¿Por qué alguna gente huele a cebolla cuando suda? ¿Por qué a los zurdos les reservan la tercera fila en las clases de mi facultad mientras yo (que no veo un pijo, aún estudiando en Sevilla) me tengo que ir a la última fila? ¿Es que ser zurdo supone estar cegato? ¿Por qué nadie ayudó a Woody Allen a poner un título a “Vicky, Cristina, Barcelona”? ¿Tiene amigos Woody Allen? Y los padres, ¿de dónde vienen? ¿También la cigüeña? Si el Renault Scenic es un monovolumen, ¿el Clio es un mediovolumen? ¿y el Smart qué es? ¿Por qué teniendo tan tremendo patrimonio lingüístico, nuestras dos palabras más internacionales (fiesta y siesta) sólo varían en una letra? ¿Por qué cuando pensamos no nos suda la cabeza?

Preguntas absurdas requieren respuestas penosas...

El cristal, al no tener sabor, podemos afirmar contundentemente que sabe a agua, al igual que el plástico amarillo, los libros-guías sobre países y los dvds… También es aplicable a la famosa pregunta “¿a qué huelen las cosas que no huelen?” evidentemente, a agua. Sobre las preguntas siguientes, mejor dejo caer otras preguntas: ¿Cómo estamos tan seguros de que son las personas las que huelen a cebolla y no al revés? ¿Por qué no regalan gafas a los zurdos y que se sienten donde puedan? ¿Es que a Penélope se le ha olvidado su español? Si no es así, ¿va a ser verdad que Woody se ha quedado sin amigos?

Lo de los padres es inquietante… de cualquier modo, ¿para qué querríamos un monovolumen sin padres? ¿Usaríamos entonces ya por fin la palabra mediovolumen?

En cuanto a nuestra riqueza lingüística es fácil, los españoles somos así de vagos. Cuando tenemos que estar de pie queremos sentarnos, cuando tenemos que estar sentados queremos estar tumbados… ¡Si por ahorrarnos sudores innecesarios bajo el sol de verano nos ahorramos hasta el pensar!

Bueno, siempre nos quedará evitar quebraderos, aislarnos, comernos una papa caliente para salir del atolladero, darnos cuenta de lo mal que sienta semejante pedrada caliente en el estómago y esperar al siguiente fin de semana para pedirnos otra aun más caliente y más cargada de mayonesa...

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