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Después de mantener mil y una conversaciones con esta chica nos dimos cuenta de algo absurdo: yo, un tipo corriente con apenas veintidós años, no me había hecho un análisis de sangre en toda mi vida como homo sapien, debido a mi gran temor por las jeringuillas, agujas o tambien conocidas como herramientas de la muerte.
Tras varios días dándole vueltas al tema, mi chica me llega a convencer de que saber cómo estas en tu interior es una cosa vital (me engañaron como a un bobo jajaj), así que deposité mi confianza en ella y le prometí acudir al hospital al día siguiente para realizarme las pruebas.
No se si os habreis hecho un análisis de sangre alguna vez, pero yo os quiero relatar mi punto de vista en cuanto al tema: primero tienes que madrugar sabiendo que un universitario siempre se acuesta a las tantas de la madrugada porque hay un horario definido donde sólo se hacen los análisis por la mañana; después, para más inri, tienes que ir en ayunas para no alterar el resultado de los análisis; más tarde llegas a una sala de espera sabiendo que al otro lado de la puerta en cualquier momento algún novicio en medicina saldrá a anunciarte que tiene permiso para atravesarte la vena con una aguja gorda para permitir un mayor fluido de la sangre y una vez allí, como si de un adicto a la heroína se tratara, te atan una goma al brazo y te dan golpecitos en la vena para hacer que resalte sobre la piel.
Yo soy tan tan listo, que el primer día que intenté cumplir mi promesa me desperté, recogí las tarjetas del seguro médico, me monté en el coche y una vez alli seguí la rutina de comerme una gominola de la bolsa eterna que ya se estaban poniendo rancias. Cuando mi novia presenció aquel instante se echó las manos a la cabeza y me dijo: eres increible, te vas a hacer unos análisis y te comes una gominola. Al darme cuenta me eché a reir y volvimos de nuevo a casa a continuar con las horas de sueño.
Nuevamente, al día siguiente hicimos otro nuevo intento, pero esta vez sin gominolas de por medio, y llegamos al hospital tan temprano que los viejitos de la zona aun seguían durmiendo. Nada más llegar me preguntan por mis razones en el hospital y sin ningún problema le explique que quería hacerme un análisis de sangre; lo primero que me replicaron fue: -¿tienes la receta del médico? -no señora, vengo por voluntad propia, -¿pero te encuentras mal? -no otra vez, pero resulta que nunca me he hecho uno de estos y quiero saber si todo va bien, -¿de verdad que quieres hacerte un análisis por voluntad propia? -así es, contesté mientras veía como aquella enfermera me miraba como si de un retrasado mental se tratase y yo miraba a mi novia pensando "¡te mato!".
Tras esta conversación sin importancia para el lector del blog, me dieron la buena noticia de que no había nadie esperando para pincharse, osea que ni si quiera tenía tiempo de mentalizarme (¡yuhuuuu!); sin más entré y como una niña de cinco años le dije a la enfermera: -señorita, le tengo pánico a las agujas, quien muy amablemente me apartó la cara y sin que me diera cuenta me contestó: -ya hemos terminado corazón. ¿Y ya está?, ¿tanto pánico para esto?, buah, si hace falta mañana mismo me hago otro.
Salí con la cabeza bien alta de aquel lugar orgullosísimo de mi mismo y en la entrada principal ví el letrero de "Urgencias". Como amí siempre me pasa algo, le propuse a mi novia ir a echarme un vistazo a unos gánglios cerca del estómago que dolían a rabiar, y ella gustosamente aceptó a acompañarme (porque no podía irse sin mí ya que yo era quien tenía el coche jaja). Una vez allí nos sentamos en la gran sala de espera repleta de gente enferma mientras yo seguía con mi algonocito en el brazo enseñándolo ogrulloso como señal de victoria.
Los minutos pasaban, el aburrimiento se apoderaba de mi y un mareo repentino pasó por mi cabeza sintiendo un calor insoportable; miré a la puerta de entrada y ví de forma muy borrosa el caminar de la gente que salía, y sin ningun temor le dije a mi chica: -me estoy mareando un poquito.
Lo siguiente que recuerdo fue estar en el suelo boca arriba con un enfermero levantandome las piernas y otros dándome ostias en la cara; al reaccionar me montaron en una silla de ruedas y me metieron en una habitación repleta de gérmenes a descansar un rato. Ya sé lo que estareis pensando: ¿cómo un tio grande, fuerte y musculoso como yo puede desmayarse con un pinchacito?, pues sí amigos míos, hasta los que vuelan más alto tienen que bajar alguna vez a tocar tierra.
En aquella confusión me había quedado incomunicado con mi niña y al no tener el móvil encima no pude preguntarle qué pasó exactamente. Cuando salí y la ví con cara asustadiza le di un abrazo fortísimo y de regreso a casa me contó que justo antes de desmayarme me ofreció un chicle, yo le dije que sí, y al intentar metermelo en la boca pensó que yo hacía el tonto porque la tenía cerrada,empecé a escurrirme por mi asiento hacia el suelo mientras ella intentaba sujetarme aparatosamente hasta llegar a darme un cogotazo con la cerámica. Se que ella lo pasó muy mal, así que desde aquí le mando un besazo y le doy las gracias como siempre lo haré por saber estar ahí para cuidarme.
1 comentario:
Jajaja me he reido muchisimo!! xo ese dia k mal lo pase... sabes k siempre estare ahi para cuidarte y xa lo k necesites! 1 besazo enormee!!
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