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Esta historia está relacionada con uno de estos personajes, una pelota saltarina y una vuelta ciclista.
En este caso se trataba de una tienda a la que no recuerdo que nadie fuera o vaya a comprar en algún momento; es una tienda con tan mala pinta que hasta el día de hoy tienen colgados en la pared posters de propaganda de "phoskitos" donde regalaban unas varas luminosas para colocar en el pelo, cuello o muñecas (os acordais, ¿verdad?). Esta tienda la llevaban un tipo muy bajito (conocido coloquialmente como "el enano") y creemos que su mujer, hermana o bicho familiar.
Más de un encontronazo habíamos tenido con aquel tipo: alguna vez se nos había caido sin querer un petardo con la mecha encendida o una bombita fétida en el interior de su tienda, o algún que otro saludo amable desde larga distancia del tipo "¡enano cabrón!".
Un día como otro cualquiera nos anunciaron en los periódicos que la vuelta ciclista española tenía una etapa en Málaga ciudad y aquel recorrido pasaba por la vía general de mi barrio, donde conectaba mi calle y en cuya esquina se encontraba la famosa tienda de productos de calidad dudosa.
Este mismo día salimos a la calle y como era evidente encontramos la carretera general cortada y vallada, así que andabamos haciendo el imbécil mientras esperabamos a los ciclistas, en lo que encontré una pelotita de goma atascada en la rueda de un coche.
Aquella pelota tenía el tamaño de una pelota de golf, y botaba de manera exagerada; mis amigos y yo nos encontrabamos de pie en medio de la calle haciendola botar lo máximo posible para intentar darle una patada al aire en su caída; aquello era un juego absurdo, la pelota iba demasiado rápido y nadie conseguía darle, era puro azar, pero después de algunos intentos logré patear a aquella maldita pelota gritando: "¡tomá!".
La pelota salió disparada, con tan mala suerte, que entró directamente en la minúscula tienda del enano, siendo todos testigos de cómo caían las cosas del mostrador y hasta viéndola golpear contra la "mujer" que se encontraba sentada tranquilamente en una silla.
Como era de esperar, todos mis amigos salieron corriendo descojonados dejandome allí sólo, y antes de darme cuenta tenía en el cuello las manos de aquel diminuto personaje; tras el forcegeo consiguió llevarme hasta la puerta de mi casa, de donde justo salía mi padre, y que al ver la escena, no dudó en correr detrás del hobbit humano hasta cogerlo y gritarle: "¡a mi hijo no lo toca nadie!"
Nunca había visto a mi padre tan enfadado, y aunque el castigo por aquello fue severo, mereció la pena sólo por ver al enano corriendo cuesta abajo.
Hoy en día este hombre no me saluda, no se por qué.